sábado, 1 de septiembre de 2012

1 de septiembre y soy valiente

















 
 
 
 
 
 
 
 
A menudo escuchamos que los valientes, los que se arriesgan, los que se la juegan y apuestan por una vida distinta, por crear nuevas circunstancias cuya construcción se prevé difícil, incluso imposible, son unos locos. Somos locos.
Pero quizás el coraje no tenga nada que ver con la locura. Probablemente el coraje más que la ausencia de miedo es la consciencia de que hay algo por lo que merece la pena arriesgarse.
El coraje es fuerza al servicio del amor y de la consciencia. El coraje nos mueve porque creemos que aquello que queremos crear, cambiar, construir tiene sentido. Tiene tanto sentido que nos puede llevar a arrastrar nuestros miedos, a enfrentar dragones internos y externos, y partir en un viaje del cual regresaremos completamente transformados, bien porque hayamos logrado encarnar el anhelo que nos llevó a partir, bien porque tras la aparente derrota, habremos aprendido algo nuevo que nos llevará a ver con ojos distintos a la vida, a los demás y a nosotros mismos.
Sea como sea, habremos crecido en el viaje interior, si somos capaces de hacer alquimia del dolor y de no dejarnos enloquecer por el éxito o la realización, si hemos sido bendecidos por éstos.
Nuestros anhelos y nuestro coraje van a ir siempre de la mano. En anhelo nos invita a crecer y el coraje nos hace crecer. El primero es semilla, es potencia, es idea, el segundo es acción, transformación, realidad. Y en ese baile, el dearrollo en lo espiritual y en lo real que nos proporciona el coraje, alimenta nuevos anhelos en una espiral cada vez menos densa y más sutil. La danza de nuestros anhelos y nuestro coraje es la que transforma nuestra vida.


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