4 minutos y 19 segundos.
Éste es el tiempo que ha invertido el austríaco Félix en saltar en caída libre desde la estratosfera.
Déjame 4 minutos y 19 segundos de tu tiempo para contarte.
Déjame que te cuente.
Déjame un salto desde tu estratosfera.
Ponte un café o un té mejor.
Déjame cuatro minutos, aunque termine aplastada en el suelo.
Déjame que te cuente, ahora que se acaba de terminar la botella de vino, que no me gusta el tiramisú, ni el frío, ni la gente que toca el claxon en el coche.
Déjame que te cuente que yo no saltaré desde la estratosfera por ti, porque no sé ni dónde está, porque me pierdo en coche hasta para ir al aeropuerto, porque sabes que odio los mapas.
Déjame que te cuente que la vez que me tiré al vacío aún no se como me atreví, estoy segura que era porque tú estabas abajo.
Déjame que te cuente que no sé nada de astronautas, que me dormí viendo Armageddon, que mis únicas estrellas son las farolas que alumbran mi calle cuando vuelvo de noche y que me paso el día en las nubes sin necesidad de subir a 39.068 metros de altura con un globo aerostático.
Dejáme que te cuente que llevo tatuado junko en alguna parte. Que todas las mañanas me levanto y miro tu foto y cuando estoy sola miro al mar buscándote. Aunque se que no aparecerás.
Déjame que te cuente que echo de menos a rabiar nuestras cenas con vinagre de módena. Las noches en aravaca y nuestros paseos en moto.
Déjame que te cuente que eres la mejor persona que conozco. Que me enamoré de tí mientras jugabas un partido. Déjame que te cuente que siempre supe que eras tú.
Déjame que te cuente que ayer me imaginé que estábamos en tu piscina y que luego merendábamos marrón glasé.
Déjame que te cuente que como bien sabes, no soy la chica perfecta. Que no te dejo sitio en la cama por las noches, que te robo la manta y que a veces me despierto demasiado pronto.
Déjame que te cuente que no entiendo de estratosferas pero el único espacio que conozco es el que dejaste cuando te fuiste.